Cristian Fernando Pérez Cevallos, oriundo de Quito, y William Javier Casa Toapanta, de Latacunga, viajaron a la provincia de Santo Domingo de los Tsáchillas para trabajar en la construcción de un centro comercial, vía Chone. Cinco días después desaparecieron: era el 3 de diciembre de 2024.
Desde esa noche, nadie los ha visto y los contratistas que los llevaron guardan silencio. Pero Rosa Cevallos no. En la Plaza Grande frente al Palacio de Carondelet, ella de pie frente a los transeúntes – que se detienen a ver las banderas con los rostros de las personas desaparecidas – toma el megáfono con una mano y con la otra señala su camisa blanca estampada con el rostro de su hijo Cristian. Dice, que los agentes policiales no están buscando a sus hijos y su voz se alza y se enoja cuando recuerda que el policía le dijo: “no tengo la bolita mágica para saber dónde están ellos, hay muchos casos más”. Hace una pausa y mira hacia al palacio de Carondelet, “quisiera que el gobierno se ponga un ratito en nuestro lugar y sienta el dolor que sentimos nosotros al no poder saber dónde están nuestros seres queridos. Día a día los buscamos, pero no los encontramos”.
Ahora, Rosa lleva a cada plantón el rostro de su hijo, ya sea impreso en una camisa, un afiche o una pancarta. Cristian Fernando Pérez Cevallos tiene 24 años y junto a su amigo William Javier Casa Toapanta, de 20 años, desaparecieron el 3 de diciembre de 2024. Ese día llevaba puesta una camisa negra, gorra de soldador, pantalón reflector jean azul y botas amarillas.
El 29 de noviembre de ese año, William Javier Casa Toapanta viajó desde Latacunga hacia a Santo Domingo de los Tsáchillas para trabajar como soldador en el centro comercial. El contratista le ofreció que allá le pagarían más y sobre todo que sí le pagarían, ya que en Quito le debían sueldos atrasados y él tenía deudas que pagar en un banco.
Decidió ir a trabajar a Santo Domingo, tomó su arnés, sus herramientas, su maleta y viajó. Se comunicaba con su familia cada tanto, pero el martes 3 de diciembre dejó de responder. Su hermana Clara Chicaiza lo llamó ese día, pero no contestó, timbró al celular el miércoles y jueves, pero tampoco hubo respuesta. El viernes, 6 de diciembre, supo que algo ocurrió.
Gladys Toapanta, madre de William, en la Plaza Grande exige que el gobierno le de respuesta sobre la desaparición de su hijo. Foto: archivo/Asfadec
Vámonos, nos siguen
Viajaron a Santo Domingo de los Tsáchillas a buscar a su hermano. No pudieron hablar con el contratista y fueron al centro comercial, tampoco tuvieron respuestas. Llegaron al Hotel Faraón donde se hospedaba su hermano, ahí estaba su ropa y sandalias. “Si se fuera con una chica, se hubiera llevado la ropa”, dice Clara sosteniendo en sus manos el afiche de su hermano William y el de Cristian.
Presentaron la denuncia por desaparición en la Fiscalía de Santo Domingo de los Tsáchillas, pero las investigaciones no han avanzado. “Pedimos que se abran las cámaras del ECU 911, del centro comercial y del hotel, pero no nos han entregado nada” dice Clara quien comenta que cada lunes junto a su familia iba a Santo Domingo a buscar a William y a Cristian. En esos viajes conversaron con la gente, preguntaron sobre sus seres queridos y recorrieron el cerro Bombolí, pero un día vieron que unas personas las siguieron. “Sentimos un miedo terrible y dije: vámonos mamá porque alguien nos sigue”. Clara junto a su madre caminaron rápidamente y dejaron la provincia. “Adentrarse más era peligroso” les habían dicho.
Para Clara su hermano no se fue por su voluntad, se lo llevaron y ella aún lo siente.
“Yo pienso que está trabajando, como sangre de mi hermano, yo sé que él no está muerto”.
Ahora, desde la Plaza Grande, Clara y su madre exigen que las investigaciones avancen y den con el paradero de William y Cristian.
Rosa Cevallos, madre de Cristian, en la Plaza Grande, Foto: archivo/Asfadec
Obligación de la Fiscalía y Policía de investigar la desaparición de una persona
Para Sofía Cando, asesora legal de la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec), la Fiscalía General del Estado ostenta la responsabilidad primordial de dirigir la investigación para la localización de la persona desaparecida; desde el momento en que se tiene conocimiento de la desaparición de una persona.
“Esto implica la obligación de iniciar la investigación de oficio o por denuncia, sin dilación alguna y de impulsar todas las fases preprocesal y procesal penal. Su función directiva incluye la disposición de diligencias urgentes e inmediatas a través del Sistema de Personas Desaparecidas, así como la coordinación con las unidades policiales especializadas para la localización de la persona”.
En esa misma línea, precisa que el objetivo fundamental de esta entidad es la localización de la persona desaparecida y, de comprobarse la existencia de un delito, el inicio del proceso penal correspondiente.
Asimismo, la Policía Nacional, a través de sus unidades especializadas como la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestro (DINASED) tiene la responsabilidad operativa de buscar y localizar a Cristian, William y todas las personas desaparecidas.
“Esta obligación se traduce en realizar una búsqueda especializada, inmediata, diligente, oportuna y permanente desde que se recibe el reporte o denuncia. Esto comprende la consulta exhaustiva y periódica de bases de datos y registros pertinentes. Su rol es crucial en la recolección de elementos probatorios y la ejecución de las acciones de campo necesarias para dar con el paradero de la persona desaparecida”.
De este modo, el Estado, como garante de derechos, tiene el deber de asegurar una búsqueda especializada, inmediata y permanente hasta la localización de la persona. Esto incluye la protección de la integridad y seguridad de los familiares de las personas desaparecidas, quienes son víctimas indirectas de estos hechos garantizando el derecho a la verdad y justicia.
Las desapariciones casi se han cuadriplicados desde el 2020

Familiares y amigos de personas desaparecidas realizan cada mes un plantón en la Plaza Grande para exigir que el gobierne convoque a la reunión interinstitucional para abordar la problemática de la desaparición de personas. Foto: archivo/Asfadec
Al llegar la tarde en la Plaza Grande, Rosa, Clara, Isabel, Elizabeth y muchas madres, hermanas, hijas recogen los afiches y banderas de sus seres queridos, pero también los rostros de los demás desaparecidos porque “no buscamos solo a uno, lo buscamos a todos”.
En los últimos cuatro años, la desaparición de personas se ha incrementado notoriamente y se agrava más con la situación de violencia que atraviesa el país. Solo en 2020, el Ministerio del Interior informó que 227 personas desaparecieron, esta cifra casi se cuadriplicó en 2024 registrando 838 personas desaparecidas[1]. Si sumamos las desapariciones registradas durante los últimos cuatro años han desaparecido 2.749 personas en Ecuador, es decir, como si hubieran desaparecido a todas las personas que llenaron el aforo del Teatro Nacional Sucre por más de tres veces.
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